Cerca de 100 calles madrileñas dan pie a otros tantos poemas y a una serie de prosas con anécdotas, historias, leyendas y curiosidades de esta ciudad.
Os agradeceré que lo difundáis porque es un libro en el que el volcado mucho entusiasmo, mucho amor, mucho trabajo.
Puede ser un buen regalo para mucha gente que vive, sufre o disfruta en esta Villa y corte.
Gracias a todos.
Conseguir por Internet:
http://www.edicionesrilke.com (donde indica GEPA)
TAMBIÉN EN:
Librería Fuencarral – C/Ntra Señora de Valverde 21
Librería Merced - Calle Libreros, 5, 915 316 878
Librería-editorial Fénix, Calle Castellana, 45
http://www.libreriacastellana45.com/editorial-fenix/ 91 3199346
Librería Dodó, C/ Vallehermoso, 33, Zona de Quevedo. 91 4459897
Dentro de poco en La Casa del Libro y otras
Información en Editorial Rilke: 91 3453817
UNA MUESTRA DE POEMAS DE ESTE LIBRO
(con sus poemas y las notas de prosa que los acompañan)
CALLE DEL ESPEJO
Aquel espejo fue para la luz, para avisar del riesgo, para decir de lejos que acecha el enemigo, para contar la vida y la sorpresa. Pero ya no hay espejos de esa clase.
Ahora todo es imagen y artificio, sensación de costumbre, gesto inútil, desgastado mirar, reclamo, mentirosa apariencia.
Ahora todo es espejo y disparate, manera de obligar a ser distinto, profesión del engaño, tiempo muerto.
Si vienen a atacarnos no servirá de nada ni el bruñido metal ni el vidrio con su azogue.
Los bárbaros vendrán y no estaremos a su altura, nos hallarán mirando escaparates, sorprendiendo a la nube en la fachada, tercamente instalados en el baño colocando la mueca o la corbata, afeitando el mentón o dando el rimel.
Y va a ser imposible defendernos.
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También se habla de que estas torres se comunicaban y avisaban de posibles peligros a otras de la misma fortaleza o de poblaciones próximas con señales hechas con fuego o espejos según fuera noche o día. Aunque esta práctica también fuera habitual en las tierras defensivas medievales a las que pertenecía la ciudad de Mayrit, la opción, respecto de que diera nombre a esta calle no está del todo confirmada. Es más lógica la derivación latina.
Posiblemente la torre a la que se refiere pertenecía no a la primera muralla de la al-mudaina del Emir Muhammad I, sino a los refuerzos construidos en tiempos del Califa Abd al Rahmman III (primera mitad del siglo X) tras la ocupación por muy breve tiempo que realizó Ramiro II de León en el año 932, quien abandonó la ciudad tras saquearla. Madrid seguiría siendo fortaleza musulmana hasta la conquista definitiva de Alfonso VI en fecha incierta (de 1083 a 1085)
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CALLE DE ECHEGARAY
(Antes calle del Lobo)
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Nadie debiera soportar más peso
del que tiene su propia dignidad.
Impedid que los lobos acumulen
la conciencia y la vendan como suya.
Son lobos mercaderes, ya sabéis,
mercachifles del mundo, poderosos
ahítos de soberbia, tomadores
del dos, del tres, de todo, con permiso
de otros que más que lobos son raposas.
Disfrazados de honor y de justicia,
revestidos de leyes a su altura.
Su dignidad es sólo su poder,
no pesa nada, es pluma, polvo y aire;
los aligera y los encumbra siempre
por encima de todo lo que es justo.
(Los lobos aullarían por la comparación)
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La calle de Echegaray se llamó en tiempos calle del Lobo. Se dice que el nombre se debía a un lobo disecado que tenía un taxidermista colgado en la puerta como reclamo de su negocio. Se hizo aún más famoso por la siguiente leyenda:
Los muchachos se divertían en golpear al lobo y salir huyendo. Cierto día, uno de aquellos mozalbetes tuvo la mala suerte de desgarrar la piel provocando que saliese algo del relleno. El dueño, harto de aquellos juegos, salió tras el muchacho y le propinó una cuchillada, tal vez con una de las leznas de su oficio.
Dicen que la madre cogió a su hijo en brazos y corrió por la calles buscando alguien que curase la peligrosa herida. Pasó por una ventana baja tras la que trabajaba el escultor Francisco de Albornoz restaurando una imagen de la Virgen María. Al ver la estatua, la angustiada madre se encomendó a ella y milagrosamente su hijo curó.
Aquella imagen se llamaría después Nuestra Señora de las Maravillas y daría nombre al barrio de Madrid que algunos llaman erróneamente Malasaña.
Y como las historias se acumulan, señalemos que dicha imagen había venido, en el siglo XVII, de la zona de Rodasviejas, en Salamanca, de donde la habían retirado por estar su ermita en muy mal estado. Un paisano que se la quedó la trajo en la albarda de su burro a Madrid y al no poder pagar el portazgo, dejó la imagen en prenda y esta, tras varios propietarios, terminó en manos de Ana de Carpio, esposa del escultor que la reparó. Con el tiempo pasó al convento de carmelitas, del que hoy queda la Iglesia de Nuestra Señora de las Maravillas y los Santos Niños Justo y Pastor, junto a la Plaza del 2 de Mayo. Allí recibió la imagen su nombre de “Maravillas” tal vez por las flores de este tipo en el jardín conventual o por el canto del Magníficat: “El Señor hizo en mí, maravillas…”
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(Ahora, Calle Arco del Triunfo)
“A qué extremo habrán llegado
los asuntos de este reino
cuando es preciso ensanchar
el Callejón del Infierno.”
(Gregorio de Salas)
No sirve preguntárselo: está claro
que el mundo va crecido en su locura.
El progreso de pocos es la trampa
que esconde la miseria para muchos.
¿De qué sirve que alguno se acicale
si el maquillaje va en tarro pequeño
y no es posible maquillarlo todo?
Haced más ancho el callejón angosto
y que circule toda la miseria,
pero no dejará de pasar nunca.
La calle, o más bien callejón, Arco del Triunfo, recuerda la victoria que los milicianos obtuvieron en 1822, durante el Trienio Liberal, luchando en aquella zona de la Plaza Mayor contra las tropas de la Guardia Real que, instigada por el artero Fernando VII, trataban de imponer de nuevo el absolutismo, lo que se consiguió un año después con la ayuda de los Cien Mil Hijos de San Luis franceses.
El cura Martín Merino, famoso por su intento frustrado de asesinar a Isabel II vivió en el número dos de esta calle. Diremos de paso que la reina se salvó de que la cuchillada del cura fuese más profunda y mortal, por la gruesa tela recamada de su vestido y por las ballenas del corsé que sujetaba sus generosas carnes.
me sirve si acaso de merienda.
No voy a darle mi alma
a un tipejo envidioso.”
(Enrique Valle)
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A Enrique Valle
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Para vender mi alma a este fulano
tendría que hacer —él— muchos más méritos.
Y, para qué engañarnos, el muy torpe
anda desorientado en estos tiempos,
el mismo Vaticano le confunde
—“ahora existe”, “ahora no”, ¿qué juego es este?—.
Así no hay quien apruebe oposiciones
a notario del mal y sus infiernos.
Cualquier político del tres al cuarto,
aspirante a fingidas democracias
le deja como a un niño con pañales;
cualquier malvado de los que circulan
ahora por el mundo, le supera.
No hay hijo de vecino que no luzca
más méritos, más cuernos y más rabo,
más pezuñas y más olor a azufre.
Cayó del cielo y ahora de la tierra:
¿dónde se va a meter el pobre diablo?
No le hace caso ni su madre, así
que el alma me la guardo, y punto en boca,
para alguna ocasión que lo merezca.
.
Esta glorieta, dentro del Parque del Retiro, recibe su nombre de la estatua dedicada al diablo que hay en su centro.Es obra del escultor Ricardo Bellver, realizada en 1878, e instalada en su lugar siete años después.
En aquel entorno estuvo la antigua ermita de San Antonio Abad, lugar de mucha devoción y notables romerías y tradiciones, incluidas las famosas “carreras de cerdos”. Posteriormente se edificó la Fábrica de Porcelanas de Carlos III, destruida por los franceses durante la Guerra de la Independencia, dejando un solar que luego ocuparía la glorieta y su estatua.
Hay otras estatuas del diablo en el mundo pero parece que esta es la única que se erige en una plaza pública y con dicho nombre. Sí existen en algunas ciudades calles que se llaman “del diablo”, o como la famosa “De la faltriquera del Diablo”, en Lima.
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